(xxvii) Marina Pérez by Daniel Jackson - Acne Paper

(xxvi) David Lynch - Acne Paper's Interview



















A lot of artists want to have anger. They think they do. But the real anger, bitter anger, poisons the person, and poisons the environment and poisons other people. And it takes up so much of the mind, this anger, that there is very little room for creativity.

(xxii) Mark Borthwick







(xxi) Susan Sontag - On Style




For, if one does not perceive how a work repeats itself, the work is, almost literally, not perceptible and therefore, at the same time, not intelligible. It is the perception of repetitions that makes a work of art intelligible. Until one has grasped, not the "content," but the principles of (and balance between) variety and redundancy in Merce Cunningham's "Winterbranch" or a chamber concerto by Charles Wuoronin or Burroughs' Naked Lunch or the "black" paintings of Ad Reinhardt, these works are bound to appear boring or ugly or confusing, or all three.

(xviii) Federico García Lorca - Yerma (Acto Primero, Cuadro Primero)




YERMA. ¿De dónde vienes?

MARÍA. De la tienda.

YERMA. ¿De la tienda tan temprano?

MARÍA. Por mi gusto hubiera esperado en la puerta a que abrieran. ¿Y a que no sabes lo que he comprado?

YERMA. Habrás comprado café para el desayuno, azúcar, los panes.

MARÍA. No. He comprado encajes, tres varas de hilo, cintas y lana de color para hacer madroños. El dinero lo tenía mi marido y me lo ha dado él mismo.

YERMA. Te vas a hacer una blusa.

MARÍA. No, es porque... ¿sabes?

YERMA. ¿Qué?

MARÍA. Porque ¡ya ha llegado! (Queda con la cabeza baja.)

(Yerma se levanta y queda mirándola con admiración.)

YERMA. ¡A los cinco meses!

MARÍA. Sí.

YERMA. ¿Te has dado cuenta de ello?

MARÍA. Naturalmente.

YERMA. (Con curiosidad.)¿Y qué sientes?

MARÍA. No sé. (Pausa.) Angustia.

YERMA. Angustia. (Agarrada a ella.) Pero... ¿cuándo llegó? Dime... Tú estabas descuidada...

MARÍA. Sí, descuidada...

YERMA. Estarías cantando, ¿verdad? Yo canto. ¿Tú?..., dime

MARÍA. No me preguntes. ¿No has tenido nunca un pájaro vivo apretado en la mano?

YERMA. Sí.

MARÍA. Pues lo mismo... pero por dentro de la sangre.

YERMA. ¡Qué hermosura! (La mira extraviada.)

MARÍA. Estoy aturdida. No sé nada.

YERMA. ¿De qué?

MARÍA. De lo que tengo que hacer. Le preguntaré a mi madre.

YERMA. ¿Para qué? Ya está vieja y habrá olvidado estas cosas. No andes mucho y cuando respires respira tan suave como si tuvieras una rosa entre los dientes.

MARÍA. Oye, dicen que más adelante te empuja suavemente con las piernecitas.

YERMA. Y entonces es cuando se le quiere más, cuando se dice ya ¡mi hijo!

MARÍA. En medio de todo tengo vergüenza.

YERMA. ¿Qué ha dicho tu marido?

MARÍA. Nada.

YERMA. ¿Te quiere mucho?

MARÍA. No me lo dice, pero se pone junto a mí y sus ojos tiemblan como dos hojas verdes.

YERMA. ¿Sabía él que tú...?

MARÍA. Sí.

YERMA. ¿Y por qué lo sabía?

MARÍA. No sé. Pero la noche que nos casamos me lo decía constantemente con su boca puesta en mi mejilla, tanto que a mí me parece que mi niño es un palomo de lumbre que él me deslizó por la oreja.

YERMA. ¡Dichosa!

MARÍA. Pero tú estás más enterada de esto que yo.

YERMA. ¿De qué me sirve?

MARÍA. ¡Es verdad! ¿Por qué será eso? De todas las novias de tu tiempo tú eres la única...

YERMA. Es así. Claro que todavía es tiempo. Elena tardó tres años, y otras antiguas, del tiempo de mi madre, mucho más, pero dos años y veinte días, como yo, es demasiada espera. Pienso que no es justo que yo me consuma aquí. Muchas veces salgo descalza al patio para pisar la tierra, no sé por qué. Si sigo así, acabaré volviéndome mala.

MARÍA. ¡Pero ven acá, criatura! Hablas como si fueras una vieja. ¡Qué digo! Nadie puede quejarse de estas cosas. Una hermana de mi madre lo tuvo a los catorce años, ¡y si vieras qué hermosura de niño!

YERMA. (Con ansiedad.) ¿Qué hacía?

MARÍA. Lloraba como un torito, con la fuerza de mil cigarras cantando a la vez, y nos orinaba y nos tiraba de las trenzas y, cuando tuvo cuatro meses, nos llenaba la cara de arañazos.

YERMA. (Riendo.) Pero esas cosas no duelen.

MARÍA. Te diré...

YERMA. ¡Bah! Yo he visto a mi hermana dar de mamar a su niño con el pecho lleno de grietas y le producía un gran dolor, pero era un dolor fresco, bueno, necesario para la salud.

MARÍA Dicen que con los hijos se sufre mucho.

YERMA. Mentira. Eso lo dicen las madres débiles, las quejumbrosas. ¿Para qué los tienen? Tener un hijo no es tener un ramo de rosas. Hemos de sufrir para verlos crecer. Yo pienso que se nos va la mitad de nuestra sangre. Pero esto es bueno, sano, hermoso. Cada mujer tiene sangre para cuatro o cinco hijos, y cuando no los tienen se les vuelve veneno, como me va a pasar a mí.

MARÍA. No sé lo que tengo.

YERMA. Siempre oí decir que las primerizas tienen susto.

MARÍA. (Tímida.) Veremos... Como tú coses tan bien...

YERMA. (Cogiendo el lío.) Trae. Te cortaré los trajecitos. ¿Y esto?

MARÍA. Son los pañales.

YERMA. Bien. (Se sienta.)

MARÍA. Entonces... Hasta luego.

(Se acerca y Yerma le coge amorosamente el vientre con las manos.)

YERMA. No corras por las piedras de la calle.

MARÍA. Adiós. (La besa. Sale.)

YERMA. ¡Vuelve pronto! (Yerma queda en la misma actitud que al principio. Coge las tijeras y empieza a cortar. Sale Víctor.) Adiós, Víctor.

VÍCTOR. (Es profundo y lleno de firme gravedad.) ¿Y Juan?

YERMA. En el campo.

VÍCTOR. ¿Qué coses?

YERMA. Corto unos pañales.

VÍCTOR. (Sonriente.) ¡Vamos!

YERMA. (Ríe.) Los voy a rodear de encajes.

VÍCTOR. Si es niña le pondrás tu nombre.

YERMA. (Temblando.) ¿Cómo?...

VÍCTOR. Me alegro por ti.

YERMA. (Casi ahogada.) No..., no son para mí. Son para el hijo de María

VÍCTOR Bueno, pues a ver si con el ejemplo te animas. En esta casa hace falta un niño.

YERMA . (Con angustia.) Hace falta.

VÍCTOR Pues adelante. Dile a tu marido que piense menos en el trabajo. Quiere juntar dinero y lo juntará, pero ¿a quién lo va a dejar cuando se muera? Yo me voy con las ovejas. Le dices a Juan que recoja las dos que me compró. Y en cuanto a lo otro..., ¡que ahonde! (Se va sonriente.)

YERMA. (Con pasión.) Eso; ¡que ahonde!

(xii) Balenciaga by Nicolas Ghèsquiere - Spring Summer '08







(xi) Darren Aronofsky - Requiem for a Dream

(x) Luis Cernuda - A un poeta muerto

Así como en la roca nunca vemos
La clara flor abrirse,
Entre un pueblo hosco y duro
No brilla hermosamente
El fresco y alto ornato de la vida.
Por esto te mataron, porque eras
Verdor en nuestra tierra árida
Y azul en nuestro oscuro aire.

Leve es la parte de la vida
Que como dioses rescatan los poetas.
El odio y destrucción perduran siempre
Sordamente en la entraña
Toda hiel sempiterna del español terrible,
Que acecha lo cimero
Con su piedra en la mano.

Triste sino nacer
Con algún don ilustre
Aquí, donde los hombres
En su miseria sólo saben
El insulto, la mofa, el recelo profundo
Ante aquel que ilumina las palabras opacas
Por el oculto fuego originario.

La sal de nuestro mundo eras,
Vivo estabas como un rayo de sol,
Y ya es tan sólo tu recuerdo
Quien yerra y pasa, acariciando
El muro de los cuerpos
Con el dejo de las adormideras
Que nuestros predecesores ingirieron
A orillas del olvido.

Si tu ángel acude a la memoria,
Sombras son estos hombres
Que aún palpitan tras las malezas de la tierra;
La muerte se diría
Más viva que la vida
Porque tú estás con ella,
Pasado el arco de tu vasto imperio,
Poblándola de pájaros y hojas
Con tu gracia y tu juventud incomparables.

Aquí la primavera luce ahora.
Mira los radiantes mancebos
Que vivo tanto amaste
Efímeros pasar junto al fulgor del mar.
Desnudos cuerpos bellos que se llevan
Tras de sí los deseos
Con su exquisita forma, y sólo encierran
Amargo zumo, que no alberga su espíritu
Un destello de amor ni de alto pensamiento.

Igual todo prosigue,
Como entonces, tan mágico,
Que parece imposible
La sombra en que has caído.
Mas un inmenso afán oculto advierte
Que su ignoto aguijón tan sólo puede
Aplacarse en nosotros con la muerte,
Como el afán del agua,
A quien no basta esculpirse en las olas,
Sino perderse anónima
En los limbos del mar.

Pero antes no sabías
La realidad más honda de este mundo:
El odio, el triste odio de los hombres,
Que en ti señalar quiso
Por el acero horrible su victoria,
Con tu angustia postrera
Bajo la luz tranquila de Granada,
Distante entre cipreses y laureles,
Y entre tus propias gentes
Y por las mismas manos
Que un día servilmente te halagaran.

Para el poeta la muerte es la victoria;
Un viento demoníaco le impulsa por la vida,
Y si una fuerza ciega
Sin comprensión de amor
Transforma por un crimen
A ti, cantor, en héroe,
Contempla en cambio, hermano,
Cómo entre la tristeza y el desdén
Un poder más magnánimo permite a tus amigos
En un rincón pudrirse libremente.

Tenga tu sombra paz,
Busque otros valles,
Un río donde del viento
Se lleve los sonidos entre juncos
Y lirios y el encanto
Tan viejo de las aguas elocuentes,
En donde el eco como la gloria humana ruede,
Como ella de remoto,
Ajeno como ella y tan estéril.

Halle tu gran afán enajenado
El puro amor de un dios adolescente
Entre el verdor de las rosas eternas;
Porque este ansia divina, perdida aquí en la tierra,
Tras de tanto dolor y dejamiento,
Con su propia grandeza nos advierte
De alguna mente creadora inmensa,
Que concibe al poeta cual lengua de su gloria
Y luego le consuela a través de la muerte.

(vi) Marguerite Duras - L'amant

L'histoire de ma vie n'existe pas. ça n'existe pas. Il n'y a jamais de centre. Pas de chemin, pas de ligne. Il y a de vastes endroits où l'on fait croire qu'il y avait quelqu'un, ce n'est pas vrai il n'y avait personne.

Je n'ai jamais écrit, croyant le faire, je n'ai jamais aimé, croyant aimer, je n'ai jamais rien fait qu'attendre devant la porte fermée.

Je me suis dit qu'on écrivait toujours sur le corps mort du monde et, de même, sur le corps mort de l'amour.